sábado, 17 de septiembre de 2011

Resumen Madrugada del 17 de septiembre del 2011

(Cayey) Hoy 17 de septiembre del 2011 fuimos convocados por nuestra Mater tres madrugadores para celebrar la benevolente misericordia de Dios a través de Jesucristo, el bienaventurado y único soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, el que habita en una luz inaccesible y a quien ningún hombre ha visto ni puede ver; pero que todo honor y poder le pertenece para siempre. Así como hemos escuchado de San Pablo en su carta a Timoteo.

Todos los hombres, de todos los países y épocas, hemos recibido la redención de Cristo. Él pagó por todos los pecados; los de ayer, los de hoy y los de mañana. A todos se nos han abierto las puertas del cielo. Sin embargo, la actitud de cada uno ante este regalo de infinito valor es muy diversa.

Para algunos, Cristo no representa nada en su vida; porque no han recibido todavía su mensaje, o porque no les interesa. Dan verdadera lástima, porque viven sin saber a lo que están llamados. Pasan los años como si todo terminase aquí, sin más esperanza.

Otros han oído hablar del Señor, pero su fe es superficial. Viven metidos en el pecado sin preocuparse lo más mínimo. Son los cristianos que han adaptado sus costumbres a las del mundo. Piensan que así están bien y que al final todo se solucionará. Pero sus malas acciones le duelen profundamente al Corazón de Jesús.

Sin embargo, un número considerable de personas es consciente de que realmente Dios les ama y tiene un plan de salvación para cada uno. Son los que, a pesar de sus limitaciones y caídas, se levantan y siguen por el camino que Cristo les ha marcado. Son los que han acogido el Evangelio, y los que dan frutos, construyen y santifican la Iglesia. Son el modelo y testimonio de la vida cristiana. Por ellos ha valido la pena la entrega de Cristo en la cruz.

«Jesús habló de un sembrador en el santo evangelio según san Lucas ( 8, 4-15), que esparce su semilla en el campo del mundo, explicando después que la semilla es su Palabra y son sus curaciones: ciertamente poco, si se compara con las enormes carencias y dificultades de la realidad cotidiana. Y, sin embargo, en la semilla está presente el futuro, porque la semilla lleva consigo el pan del mañana, la vida del mañana. La semilla parece que no es casi nada, pero es la presencia del futuro, es la promesa que ya hoy está presente; cuando cae en tierra buena da una cosecha del treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno.  Somos una semilla que Dios ha sembrado en la tierra, que encierra en su interior una fuerza de lo Alto, la fuerza del Espíritu Santo. No obstante, para que la promesa de vida se convierta en fruto, el único camino posible es dar la vida por amor, es morir por amor» (Benedicto XVI, 21 de marzo de 2009).

Padre santo ayúdanos porque queremos tener un corazón bueno y bien dispuesto para ser esa tierra buena que acoja tu semilla y la haga fructificar. Los afanes, dificultades y distracciones de la vida ordinaria pueden ahogar fácilmente esta semilla, por ello te pido humildemente que tu gracia la riegue y fertilice nuestras intenciones.  Concédenos que la semilla de tu gracia crezca y dé muchos frutos para estar más cerca de ti y así cercarte a los demás.

Como madrugadores de María preguntémonos qué podemos hacer para hacer fructificar nuestra fe y la de nuestras familias. En nuestro próximo dialogo con Cristo reconozcamos qué fácilmente olvidamos la semilla de gracia que ha sembrado en nosotros el día de nuestro bautismo. Pidámosle que nos ayude a aprender la lección del Evangelio y nos dé la fuerza para saber renunciar a todo lo que nos aparta de los frutos que nuestras semillas pueden y deben dar. Que sepamos renunciar a nuestro egoísmo y a todo aquello que constituya un obstáculo para amar a Dios y a nuestro projimo. 

Un abrazo fraternal
Pedro E. Torres
Madrugador de María
Cayey, Puerto Rico

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