sábado, 2 de abril de 2011

Resumen Madrugada en Guavate 2 de abril del 2011

(Guavate, PR) En esta lluviosa mañana, 2 de abril del 2011 nos hemos reunido diecisiete madrugadores compuestos por tres de Gurabo, trece de Guavate y este servidor.  En una sola voz iniciamos la ceremonia con la invocación y cantico al espíritu santo; tomamos unos minutos para escuchar y ofrecer a Dios las intenciones especiales en esta celebración.

Tuvimos  la bendición en esta mañana, con la participación de Heraclio Colon, quien debuto como coordinador de Guavate, presidiendo las laudes.

En esta mañana las lecturas de la liturgia de la palabra fueron; en la primera lectura tomada de Oseas 6 1-6, el Salmo 50 3-4, 18-19, 20-21ab y el evangelio tomada de San Lucas 18, 9-14.

En la primera lectura tomada de Oseas 6, 1-6 Dios todopoderoso nos exige misericordia, conocimiento de Dios y no holocaustos. Nos invita a practicar el amor al prójimo y que seamos misericordiosos también. ¿Qué es la misericordia? La misericordia es la disposición a compadecerse de los trabajos y miserias ajenas. Se manifiesta en amabilidad, asistencia al necesitado, especialmente de perdón y reconciliación. Es más que un sentido de simpatía, es una práctica. La misericordia es el amor en práctica como aparece en la  Historia del Buen Samaritano, (Lucas 10, 27-37).  La misericordia es la razón de la Encarnación de Jesucristo. Es un atributo de Dios porque El es la fuente de la misericordia.  “Su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen”; como está escrito en (Lucas 1:50). También como hemos leído “Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura“; como está escrito en (Lucas 1:78) y en los salmos de las laudes. Todos dependemos de la misericordia de Dios. Reconocerlo y responder con misericordia es el camino de la salvación. Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos la misericordia; (Romanos 11:32). La misericordia nos mueve a la entrega de alma y cuerpo según el amor divino. Estamos invitados compadres madrugadores, por la misericordia de Dios, a que ofrezcamos nuestros cuerpos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: pues tal será vuestro culto espiritual; como está escrito en (Romanos 12:1).  Jesús exige la misericordia como requisito para que el culto sea auténtico: “Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”; como encontramos en (Mateo 9:13).  La práctica de la misericordia es necesaria para obtener misericordia de Dios. “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”; como nos dice (Mateo 5:7).

En el salmo 50 3-4, 18-19, 20-21ab repetimos “Quiero misericordia, y no sacrificios”; donde vemos que consta de dos partes: la experiencia del pecado y la experiencia del perdón. En los versos del 3-12 vemos el reconocimiento del pecado que comienza mirando a Dios antes de mirarse a uno mismo. En donde si no se alza la vista hacia Dios antes, la amargura llenará nuestra existencia. Por eso el autor dice: -“por tu bondad y por tu inmensa compasión”. Donde no considera a Dios un juez implacable, sino un Dios de todo corazón, bondad y compresión. La confianza en Dios no nos llevará al rechazo. Jesús utilizó estas dos palabras en la parábola del hijo pródigo. Donde el hijo prodigo se mira a sí mismo: “mi culpa; mi delito; mi pecado”, reconociéndose como pecador afrontando la culpa personalmente, no echándosela a nadie. Fue consciente en su culpabilidad y estuvo continuamente presente aceptando que lo negativo que se le hace al prójimo, afecta a Dios. Y además de ser un delito social, es también una ofensa a Dios. En este salmo se reconoce que la maldad la llevamos por ser humanos, es el porqué, del mal en nuestras vida. Y se da cuenta que Dios quiere honestidad y sensatez, sentido común, saber distinguir el bien del mal con honradez, transparencia, y sinceridad. Finalmente pide el gozo y la alegría que vienen de la mano del perdón. En la segunda parte (12-19) es el perdón que lleva consigo la renovación de la persona. Crear es propio de Dios al que se le pide la renovación y la recreación del corazón. La reconciliación abre una nueva vida y cierra la anterior. El pecado pasó, y se inicia una nueva etapa distinta: “borrón y cuenta nueva”. Esta etapa nueva se caracteriza por el gozo y la alegría que proviene del perdón; la paz y además le llevará la paz a los demás alabando al Señor. Ya transformado se puede dedicar a anunciar los caminos del Señor a los demás. Ensenando lo que más agrada al Señor; que es la humildad, el corazón humilde.

En el evangelio tomada de San Lucas 18, 9-14, la parábola del fariseo y el publicano imparte una enseñanza que se encuentra tal cual en san Pablo, cuando insiste en que nadie debe gloriarse en presencia de Dios. También las frases de Jesús sobre los publicanos y las prostitutas, más dispuestos que los fariseos a acoger el Evangelio (Mateo 21, 31; Lucas 7, 36-50) y sus deseos de compartir la mesa con ellos (Mateo 9, 10-13; Lucas 15, 1-2) encuentran pleno eco en la doctrina de san Pablo sobre el amor misericordioso de Dios a los pecadores (Romanos 5, 8-10; y también Efesios 2, 3-5). Así, el tema del reino de Dios se propone de una forma nueva, pero con plena fidelidad a la tradición del Jesús histórico (Benedicto XVI, Audiencia, 8 de octubre de 2008). El escriba, conocedor de las escrituras, se dirige a Dios con orgullo y vanidad. Le ha faltado humildad para reconocerse necesitado de la gracia de Dios. Es necesario tener una clara conciencia de que somos creaturas frágiles para vivir, con sinceridad, de cara a Dios. A nosotros no nos corresponde juzgar y criticar a los demás, pues eso es algo que sólo le compete a Nuestro Señor. Muy diferente es la actitud publicano. Se queda en la esquina y sin el valor de elevar los ojos a Dios. Es humilde y se reconoce pecador, necesitado de la misericordia de Dios. Los humildes agradan inmensamente a Dios. La humildad del publicano consiste en reconocer sus faltas, pedir perdón y realizar un sincero propósito de enmienda.

De esta madrugada hemos aprendido que el amor de Dios se encuentra en el amor al prójimo que debemos practicar la piedad que no es nada más que la misericordia y compasión con este para experimentar el amor de Dios. Y para experimentar la misericordia de Dios el sacramento de la confesión, la reconciliación. ¡Qué es la confesión sino un acercarnos a Dios con la misma actitud del publicano!  En el sacramento de la penitencia busquemos con humildad la misericordia de Dios. Cuando reconocemos nuestros pecados y le pedimos perdón a Dios en la confesión estamos formando, al mismo tiempo, un corazón más comprensivo y bondadoso para no juzgar ni criticar a los demás. A través de la confesión obtenemos, con toda certeza, el perdón de nuestros pecados y podemos regresar a mi vida diaria con paz y tranquilidad de conciencia porque le hemos dado el primer lugar a Dios en nuestras vidas.
Pedimos que sea nuestro propósito en esta semana confesarnos si llevamos largo tiempo sin hacerlo y promoveremos la participación a este sacramento entre nuestros familiares y amigos. Al mismo tiempo en que entablemos un diálogo con Cristo pidiendo a: “Jesús, reconocemos que tenemos muchas carencias y que, en algunas ocasiones, el egoísmo forma parte de nuestros pensamientos y juicios. Danos el valor y la gracia de prepararnos y realizar una buena confesión. Ayúdanos, Dios mío, a ser misericordioso y bondadoso con los demás. Te pedimos que nos des la fuerza para no criticar ni juzgar al prójimo. Señor, si mil veces caemos, que mil veces estemos dispuestos a levantarnos y seguir luchando por Ti.
En otra nota recordamos a todos los madrugadores de Puerto Rico que el 21 de mayo del 2011 se llevara a cabo el retiro Madrugador de Hombres y Mujeres, donde estaremos compartiendo nuestra corriente de vida con nuestras esposas, madres, hermanas e hijas.
Un abrazo fraternal,
Pedro E. Torres Cartagena
Madrugador de María
Cayey, Puerto Rico

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