sábado, 9 de abril de 2011

Resumen Madrugada en Gurabo 9 de abril del 2011.

(Gurabo) En esta madrugada nos reunimos veintisiete madrugadores compuestos por nueve de Guavate, diecisiete de Gurabo y este servidor de Cayey, para alabar y rezar a nuestro Padre Todopoderoso acompañados por nuestra Mater, La Santísima Virgen María.


Comenzamos con un cantico invocando al espíritu santo, recordamos a los enfermos de la comunidad y a las personas que están pasando tiempos difíciles ante las pruebas de la vida, entendiendo que sólo hay una salida para los sufrimientos de este mundo y es pasando por ellos, porque Dios nunca nos dará más de lo que podamos cargar.

Con mucho ánimo comenzamos las laudes y luego compartimos la liturgia de la palabra que para este sábado fueron las siguientes; la primera lectura tomada del libro del profeta Jeremías 11:18-20; el salmo 7 y el santo Evangelio según San Juan 7: 40-53.

En la primera lectura tomada del libro de Jeremías capitulo 11 versículos del 18-20, nos enseña una pequeña muestra de la justicia de Dios ante la conspiración de un pueblo malvado, ciego, no creyente y el sufrimiento de un profeta, de un siervo mensajero de Dios. Este pueblo de Judea descendientes de los exiliados de Egipto, tal como sus padres no cumplían con el pacto que Dios le había propuesto; ya venía con toda mala intención de destruir no solo al profeta sino también al nuevo pacto según el Salmo 83:4 y, como dice Jeremías 11:19. Ante tal amenaza vemos a Jeremías angustiado, afligido y enmudecido como cordero al matadero; entonces despierta y es en este preciso momento en que Jeremías entiende las palabras del Señor, es aquí que le conoce porque le permite ver la maldad de este pueblo; según Jeremías 12:18. Jeremías sabe que la justicia de Dios es inevitable ante la corrupción, conspiración y maldad de este pueblo y, se encomienda a la causa de Dios confiando plenamente en su justicia, según Jeremías 11:20. Jeremías es enviado a este mundo con un propósito; para llevar al mundo la palabra de Dios y en esta ocasión era dejar saber al pueblo de Judea las palabras que Dios le mando a pregonar, fidelidad al pacto de Dios con sus ancestros para confirmar el juramento a sus padres de disfrutar de los frutos de este, la tierra que emana leche y miel. El pueblo de Judea dentro de su egoísmo no solo vivía la soberbia pero también vivía entre la maldad, aberraciones, abominaciones y con estos actos no cumplían con el pacto atentando directamente contra Dios. En Jeremías vemos que el ser profeta puede atentar contra su vida pero confiaba en el Señor, en sus promesas y en su justicia.

En el salmo 7 repetimos “A ti Señor, me acojo” recordándonos que todos estamos llamados a ser profetas porque es nuestra misión en este mundo o porque nace del temor a Dios y el amor que él nos infunde. Y habrán días como los de Jeremías donde no seremos bienvenidos o se nos tratara de inoportunos y pueda que atente contra nuestra propia vida, pero la justicia de Dios ya fue dictada, recaerá ante los verdugos y sus acciones, y recompensara al fiel de su causa. Nadie escapa la justicia divina, nadie.

En el santo evangelio según San Juan; nada podría explicarlo mejor que la reflexión del P. Francisco Javier Arriola de Catholic.net en su reflexión, Nadie habló jamás como este hombre y dice; en este pasaje no aparece ninguna palabra de Cristo, pero se descubren los pensamientos sobre Jesús que hay en muchos corazones según Lucas 2:35; (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. Muchos se maravillan de la humilde procedencia de Jesús, pero porque no lo conocen. En nuestra vida nos puede pasar del mismo modo, el maravillarnos de lo que se dice de Dios, malo o bueno, pero nosotros no decimos nada porque le conocemos muy poco y no lo hemos experimentado.

Precisamente quien escucha a Jesús, quien lo conoce de cerca, queda maravillado. Quien oye las palabras de Cristo no puede quedar igual. Por eso en el texto evangélico los soldados que habían sido enviados a apresar al Señor, vuelven asombrados diciendo que nadie antes había hablado como Él. Esto hace que el enojo de los fariseos se agudice más porque no pueden realizar sus artimañas malintencionadas. Nosotros en cambio debemos acercarnos a Cristo, dejar que Él nos hable al corazón por medio del Evangelio, de la Eucaristía, de la Reconciliación. Poco a poco irá transformando nuestra alma e irá convenciéndonos suavemente con su amor, con su bondad, con su alegría. Si escuchar la Palabra de Dios puede cambiar el corazón, cuánto más no podrá hacer Él cuando le tenemos dentro.

Conocer a Cristo es una empresa apasionante que sólo experimentan quienes quieren hacer esta experiencia. Uno sale transformado de cada encuentro con el Señor, no porque nosotros hagamos o digamos algo, sino porque es Él el primer interesando en nuestra santificación y en nuestro bien. Y cuando a Cristo le abrimos la puerta del corazón, silenciosamente va invadiendo toda la casa hasta llenarla y poseerla toda, entonces es cuando como San Pablo podemos decir “y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2:20).

Pero poseer a Cristo es también transmitirlo, y al transmitirlo a los demás corremos el riesgo de no ser tomados en cuenta, o de ser tachados por los demás de cualquier cosa. Así le pasó a Nicodemo al querer hacer ver que se cometería una injusticia al juzgar a Jesús sin antes oírlo. Estas son las injusticias que sufren los amigos del Señor, pero Él ya lo había anunciado en el sermón de las bienaventuranzas: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira digan contra vosotros todo género de mal por mí. Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa…” según Mateo 5: 11. Y nadie que haya querido ser amigo verdadero de Jesús ha quedado defraudado ni se ha arrepentido porque Dios siempre cumple sus promesas.
Es nuestro propósito en esta semana hacer una breve oración por las personas que pasan por alguna necesidad o problema, pidiendo a Dios y a la Santísima Virgen que les haga experimentar su presencia y les ayude a solucionar y sobrellevar con fortaleza sus dificultades pidiendo al Señor nuestro y Dios nuestro; Tú sabes que soy débil y muchas veces me dejo llevar por las cosas que a veces no te agradan. Dame tu fuerza para luchar cada día y buscar agradarte. Ayúdame para poder ayudar a los demás. Haz que siempre dé testimonio de Ti y de mi fe en Ti, para que pueda escuchar un día en el cielo tus palabras: “adelante, siervo bueno y fiel, entra a tomar parte del banquete de tu Señor”. Jesús, confío en Ti; María, soy todo tuyo. Concédenos, Jesús, la sencillez de corazón para que no tengamos que pedirte pruebas de tu amor, para que nunca dejemos de creer en ti. Concédenos la gracia de conocerte, amarte e imitarte.

María, Madre de Misericordia, te pido tu maternal ayuda para poder reflexionar y meditar en las Palabras de tu Hijo Jesucristo, que son palabras de vida eterna. Ayúdame, Madre, a guardar todas estas reflexiones en mi corazón, como Tú lo hacías también, para que sean la tierra fecunda donde Cristo pueda sacar fruto para mi vida. Me pongo enteramente en tus maternales manos para que me lleves a Dios. Pongo también mi ser, mi poseer, mi familia, mis seres queridos y cuantos se han encomendado a mis oraciones para que también a ellos les asistas en sus dificultades.

“Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti” (Confesiones de San Agustín, 1,1,1)

Luego de compartir lo que entendíamos Dios nos quería decir, rezamos el cuarto misterio gozoso “La presentación del niño al templo” recordándonos las escrituras del libro de Lucas 2:21-35 y lo que debía ocurrir, el nuevo pacto, para que fuesen revelados los pensamientos de muchos corazones. 2:21 Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido. 2:22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor 2:23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), 2:24 y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos. 2:25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. 2:26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. 2:27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, 2:28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: 2:29   Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; 2:30   Porque han visto mis ojos tu salvación, 2:31   La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; 2:32   Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel. 2:33 Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. 2:34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha 2:35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. 

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