sábado, 26 de marzo de 2011

Resumen Encuentro varonil en preparación para la Cuaresma del 2011- Diócesis de Caguas










(San Lorenzo, Puerto Rico) Este pasado sábado 19 de marzo se llevo a cabo el retiro varonil con Monseñor Rubén Gonzalez Medina  obispo de Caguas que junto al Padre Giovanni Ruiz Esquivel, Rector del Santuario de la Virgen del Carmen de  San Lorenzo, reunieron alrededor de ochenta varones y promovieron este año el lema de encuentro, oración  y reflexión. 
Este retiro tuvo como propósito instruir a varón puertorriqueño a encontrarse con Jesús de Nazaret atreves de las lecturas; con el concepto de lectura orante; motivando al asistente a escudriñar las lecturas, analizar su significado, en palabras simple y sencillas que ayuden en la meditación; en reflexión del mensaje, del tesoro y consuelo que contiene cada una de la estrofas en cualquier cita bíblica. 
También en preparación para la gran noche de Pascua, exhortaron que durante este tiempo de cuaresma practiquemos las acciones de fe como el ayuno, la oración y la limosna no desde punto tradicional; sino desde el punto individual explorando íntimamente nuestro ser, nuestras acciones, nuestras actitudes y nuestros comportamientos.
Parece interesante; así fue, los que hemos tenido la oportunidad de asistir a retiros espirituales con el Monseñor Rubén Gonzales obispo de Caguas podemos coincidir que nos hemos quedado con la sed y el hambre de seguir aprendiendo.  El concepto de lectura orante es formidable, sencillo y practico.
Es en la manera y facilidad en que el Monseñor maneja, desmenuza las lecturas que encontramos el  tesoro contenido en  ellas; nos facilita entender con mayor precisión porque al manejar vocabulario simple y claro que el individuo experimenta el mensaje tal como si hubiese sido dirigido especialmente a quien lo escucha,  despertando el interés del alma. 
Con la participación de visitantes de diversos pueblos de la isla comenzamos con una canción que parecía que  quienes allí llegamos  veníamos  sedientos, ciegos y con deseos de ver a Jesús de Nazaret.  Lo que dio inicio al análisis del Salmo 32, un salmo de profundo contenido, es la acción de gracia por el perdón obtenido, con un mensaje de ánimo y consuelo.
Aprendimos de este salmo el verdadero significado del pecado y lo maravilloso del amor de Dios, con solo analizar la primera estrofa que dice “Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta”. 
Si alguna vez te habías preguntado ¿qué es el pecado? El pecado es la muerte.  Así de frio, de rígido y tenebroso como lo oye, es el no existir ante Dios. Y se complica aún más, es tan grave que si el ser humano lo entendiera no pecaría nunca más porque no hay diferencia entre pecados graves y pecados mortales; no hay diferencia entre una persona que miente, a una que roba, a otra que asesina. 
Las tres faltas tienen el mismo peso, te aíslan de Dios como si no existieras. Es la desherencia total porque como no existes, no hay obligación ninguna con el pecador, a este nivel y de esta  forma.  Esto es grave porque somos y hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.  El calor es nuestra naturaleza porque somos seres de amor.  No hay peor y más severo castigo para una criatura de amor que el olvido, el ser ignorado, el rechazo, el no ser reconocido, el no ser querido. Es precisamente lo que hemos hecho con Dios, un ser de amor, lo rechazamos, no lo tomamos en cuenta en nuestras acciones, en nuestros asuntos, no contamos con él en nuestras decisiones y esto acaba con nosotros porque nos tiende el camino a la desunión, la vereda a la perdición.
Y como llegamos al pecado que tanto sufrimiento y desdicha nos causa; caemos al pecado por nuestras faltas.  Entonces, ¿qué es una falta? Una falta es un error, y se podría decir que hay dos tipos de faltas o errores; el error o la falta que se comete por ignorancia; y el error y la falta cometida a sabiendas de lo que estás haciendo está mal.  
La falta o error puede darse arbitrariamente en cualquier situación o prueba.  Podemos errar y esto nos cuesta un gran precio, porque perdemos a Dios. Es por esto que Jesús no enseñó a orar, porque es en estos momentos donde pecamos por error, él nos consuela y este consuelo se establece desde la oración. 
¿Pero qué sucede cuando erramos a sabiendas? Conociendo los mandamientos de la iglesia, conociendo la ley moral de la iglesia y del estado, cuando no hacemos lo que debemos hacer, de la manera que se debe ser. Es muy simple nos condenando nosotros mismos. Es igual que subirse voluntariamente sobre una silla y amarrar una soga alrededor del cuello, mientras más faltas cometemos de esta manera, conociendo, más se tambalea la silla hasta el punto en que caeremos de ella y se trincara la soga asfixiando nuestra alma cubriéndola de muerte.
¿Por qué “cubriéndola de muerte”? Cuando cometemos una falta intencional o no, se nos pega una mancha oscura que opaca la gracia de nuestras almas, el favor divino, el amor de Dios.  Esta mancha se le conoce como “culpa”.  Entonces ¿qué es la culpa? La culpa es el malestar que produce el pecado, que cubre nuestras almas oscureciéndonos de la gracia de Dios y que provoca la muerte. El no existir ante Dios.  Y son estas las manchas de culpa las que estaremos quemando en el fuego eterno luego del juicio al final de nuestras vidas cuando Dios juez nos imponga nuestra sentencia.
Para quienes conocen la historia de Elenita de Jesús y el Santuario de la Virgen del Carmen del barrio Espino de San Lorenzo, tenemos un punto muy profundo en que pensar y evaluar verdaderamente, tal como decía Elenita de Jesús, “el fuego de esta Tierra abrazador y destructor como tal, es agua comparado con el fuego del Purgatorio, y el fuego del Purgatorio es agua comparado con el fuego del infierno”.
Y ahora conociendo lo que hemos aprendimos de la culpa, que causan las faltas, que producen el pecado; el Salmo 32 viene repleto de vida y consuelo,  nos revelan la gracia y misericordia de Dios desde el primer pasaje “Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta”.  Porque aunque pecamos contra Dios el todavía nos ama y nos da la oportunidad, perdonando nuestros pecados y quitando la culpa de nuestras faltas.

En preparación para esta pascua debemos sacar un tiempo para expiar nuestras acciones, además del tiempo que hemos estado apartados de la iglesia, de la oración y la comunión de Dios.  Y esto lo podemos conseguir expiando nuestras faltas, reconociendo que nos hemos apartado de Dios, que no le hablamos con la frecuencia que deberíamos, que no le consultamos nuestros planes y que confiamos en que si está en su Voluntad así será.  

Cuando busquemos su perdón no seamos superficiales, sino profundicemos, démonos la oportunidad de conocernos internamente, reconociendo, lo egotista que somos,  lo mal tratante, lo desconfiados, lo supersticioso, lo mentiroso, como robamos, porque no compartimos, lo pesimista que hemos sido, todos los mandamientos que no hemos seguido, lo poco tolerante, lo soberbio y desafiante, porque nos distraemos con facilidad por lo material y dejamos lo espiritual para cuando estamos postrados en una cama o al borde de la muerte.  No está difícil solo está el querer hacerlo, si lo hacemos para acumular riquezas en este mundo porque no hacerlo para acumularlas en el cielo.

En una nota aparte y relacionado al pecado; Dios en su infinito amor, no nos abandona a la muerte; sino que nos llama y nos anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento del hombre en su caída al pecado, y nos recuerda que muchas de nuestras faltas son orquestadas por el diablo porque el diablo es “pecador desde el principio” según (1 Juan 3, 8), “padre de la mentira” según (Juan 8, 44), “homicida desde el principio” según (Juan 8, 44) y que “El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo” según (1 Juan 3, 8)”.

En la segunda parte del retiro, se discutió las acciones de fe que en esta cuaresma debemos ir practicando en nuestra busca de la santidad diaria.  Esta acciones de fe son el ayuno, la oración y la limosna y son tres virtudes que se entrelazan en sí, para crear una sola y solida virtud, el amor. 

La imagen de la cual hemos sido creados.  Esta imagen de amor en pura esencia, es sustentada por las tres acciones de fe que a la vez se sustentan entre sí. No existe ayuno sin oración, no existe oración sin limosna, y no existe limosna sin ayuno, cada una sostiene a la otra.

¿Qué es el ayuno? Ayunar quiere decir “abstenerse”.  Desde tiempos antiguos la persona que ayunaba  se abstenía de comer o beber para mortificar al alma, ofreciendo a Dios, el sufrimiento que esta acción le causaba, en secreto y procuraba verse en su mejor condición física y bien presentada visualmente para que nadie supiese que esta ayunando, que se abstenía de comer o beber.  Pero según los tiempos han ido cambiando y modernizando esto se ha ido perdiendo, y la acción de ayunar ha tomado un nuevo matiz, muy diferente. 

Hoy día cuando se ayuna, se abstiene de no comer carne, pero hacemos otras cosas que son peores y que destruyen el propósito de ayunar, sin contar que le ofrecemos a Dios una vana oblación.  Por esto el ayunar hoy día requiere de abstenerse de una acción que verdaderamente mortifique el alma.  Por ejemplo, si mi vecino me saca lo de negro africano, indio y español; con su comportamiento y actitudes, en este ayuno, absténgase de sacar lo de negro africano, indio y español; tráguese lo de negro africano, indio y español; ofreciéndolo a Dios como penitencia, acompañándolo con oración, para que Dios le de la fuerza que necesita para que ayude a su vecino cambiando su comportamiento y actitudes.

¿Qué es la oración? La oración es conversación con el Dios infinito, personal, y triuno. La oración es comunión con este Dios, comunión para la cual fuimos creados. Hemos sido creados para vivir una vida en relación y comunión con el único Dios verdadero y vivo, quien existe en tres personas.

Y esto quiere decir que no podemos orar y dormir al mismo tiempo. Normalmente la oración es lenguaje, articulación, conversación. Aunque me gustaría poder orar mientras estoy durmiendo, parece que esto no resulta. Entonces, bíblicamente hablando, la oración es una conversación con la personalidad infinita, con el Dios de las Sagradas Escrituras, el Dios que creó y que reina el universo.  Y nuestras acciones no son fructíferas sino existe la oración acompañadas de estas.

Entonces, ¿qué es la limosna? En una definición de Juan Pablo II, la palabra “limosna” proviene de la palabra griega «eleemosyne» que proviene de «éleos», que quiere decir compasión y misericordia; inicialmente indicaba la actitud del hombre misericordioso y, luego, todas las obras de caridad hacia los necesitados.

Hoy día la palabra «limosna» no la oímos con gusto. Notamos en ella algo humillante. Esta palabra da a suponer un sistema social en el que reina la injusticia, la desigual en la distribución de bienes, en un sistema que deberíamos cambiar.  Encontramos la misma convicción en los textos de los profetas del Antiguo Testamento, a quienes recurre frecuentemente la liturgia en el tiempo de Cuaresma.

Los profetas consideran este problema a nivel religioso; donde no hay verdadera conversión a Dios, no puede existir «religión» auténtica sin reparar las injurias e injusticias en las relaciones entre los hombres, en la vida social. Sin embargo, en tal contexto los profetas exhortaban a la limosna, a la justicia.  A dar aquel lo que es justo.

Debemos distinguir aquí el significado objetivo de este término, del significado que le damos en nuestra conciencia social. Contrario a lo que hemos dicho antes, donde atribuimos frecuentemente al término «limosna», en nuestra conciencia social, un significado negativo.
Y son diversas las circunstancias que han contribuido a ello y; que contribuyen incluso en el hoy moderno. En cambio, la «limosna» en sí misma, debe ser vista como la ayuda a quien tiene necesidad de ella, como «el hacer participar a los otros de los propios bienes».
Podemos no estar de acuerdo con el que hace la limosna por el modo en que la hace.

Podemos también no estar de acuerdo con quien tiende la mano pidiendo limosna, en cuanto que no se esfuerza para ganarse la vida por sí. Podemos no aprobar la sociedad, el sistema social, en el que haya necesidad de limosna. Sin embargo, el hecho mismo de prestar ayuda a quien tiene necesidad de ella, el hecho de compartir con los otros los propios bienes, debe suscitar respeto.

Vemos cuán necesario es liberarse del influjo de las varias circunstancias accidentales para entender las expresiones verbales: circunstancias, con frecuencia, impropias que pesan sobre su significado corriente. Estas circunstancias, por lo demás, a veces son positivas en sí mismas; por ejemplo, en nuestro caso: la aspiración a una sociedad justa en la que no haya necesidad de limosna porque reine en ella la justa distribución de bienes. 

Cuando el Señor Jesús habla de limosna, cuando pide practicarla, lo hace siempre en el sentido de ayudar a quien tiene necesidad de ello, de compartir los propios bienes con los necesitados, es decir, en el sentido simple y esencial, que no nos permite dudar del valor del acto denominado con el término «limosna», al contrario, nos apremia a aprobarlo: como acto bueno, como expresión de amor al prójimo y como acto salvífico.

Además, en un momento de particular importancia, Cristo pronuncia estas palabras significativas: «Pobres... siempre los tenéis con vosotros» como lo encontramos en (Juan 12,8). Con tales palabras no quiere decir que los cambios de las estructuras sociales y económicas no valgan y que no se deban intentar diversos caminos para eliminar la injusticia, la humillación, la miseria, el hambre.

Quiere decir sólo que en el hombre habrá siempre necesidades que no podrán ser satisfechas de otro modo sino con la ayuda al necesitado y con hacer participar a los otros de los propios bienes... ¿De qué ayuda se trata? ¿Acaso sólo de «limosna», entendida bajo la forma de dinero, de socorro material?

De todos modos la limosna debe hacernos sentir desprendidos en favor del necesitado, de aquel quien lo necesita y que nosotros como instrumentos que Dios utiliza para contestar la oración del necesitado. La limosna nos ayuda en el verdadero ayuno que es tan importante en la vida de un cristiano, importante en la persona que busca a Cristo, en la persona que busca una relación con Dios infinito y triuno, y que busca para sí la santidad diaria.

Además de las charlas el retiro cuenta con una hora de adoración al santísimo y culmina con la sagrada misa comenzando a las 5:00PM.

Si le gusto lo que hemos vivido en este retiro, le hacemos una invitación para que invite a sus esposas, hermanas, hijas; etc.  Este retiro se estará ofreciendo para las mujeres el próximo 9 de abril del 2011, en el Santuario de Nuestra Señora del Carmen en el barrio Espino de San Lorenzo. Comenzando a las 8:30AM, es una actividad de todo el día. Tiene un costo de $10.00 dólares, una inversión que costeara las meriendas y almuerzo.

Un saludo fraternal,

Pedro E. Torres Cartagena
Madrugador de María
Cayey, Puerto Rico

No hay comentarios:

Publicar un comentario