domingo, 9 de octubre de 2011

Resumen Madrugada del 8 de octubre del 2011

(Gurabo) En este encuentro del 8 de octubre del 2011, nos reunimos dieciocho compadres para celebrar a nuestra Santísima Mater la Virgen María quien nos convoca a este encuentro como modelo de felicidad por haber escuchado y cumplido la palabra de Dios.

Muchas veces el cariño que sentimos hacia María se trasluce en un mohín de disgusto al escuchar este pasaje. ¿No fue Cristo injusto, a lo menos descortés, con su madre al responder así ante el piropo que le brindaban? A simple vista podría parecer que sí, pero si leemos lo que sucedió minutos antes y lo pensamos más aguda y profundamente, concluiremos que en realidad buscó -y logró- con esa respuesta, fue que María no fuese alabada y querida por el hecho físico de llevar a Jesús en el seno y alimentarlo, sino por algo infinitamente mucho más grande: por cumplir la voluntad de Dios y perseverar en ella todos los días de su vida.

María aun siendo madre de Dios, tenía todos los ingredientes para ser una perfecta infeliz: de clase baja, en un país ocupado, perseguida por la autoridad, prófuga en Egipto con un niño recién nacido, viuda en plena juventud, solitaria en una aldehuela miserable, con un hijo al que la familia considera loco, víctima de las lenguas que le cuentan cómo los poderosos desprecian a su único hijo; el predicador y quien buscaban para matarlo. Y ante todo esto lo más impresionante, su propio hijo la abandona y aparentemente la infravalora en público.

Tenemos buenos argumentos para un melodrama o una telenovela lacrimógena. Jesús contra todo pronóstico, la presenta como modelo de felicidad sólo porque escuchó y cumplió la palabra de Dios. A veces sentimos que nos agobia el mucho trabajo, el estrés, el estrecho sueldo que hay que estirar cada mes, los pagos del auto, la casa y los electrodomésticos que aún no pagamos. Sufrimos porque no entendemos la actitud de ese hijo que se entrega completamente a Dios y parece que nos abandona en el momento más difícil para la familia. Todo esto y mucho más vivió la Virgen, añadiendo el aparente abandono de Dios. Sin embargo, aquí no termina la historia.

María vivió en esta vida las cosas más grandes y sublimes, fue elegida predilecta de Dios en todo momento y el amor de Dios invadía su persona y, por tanto, su vida. María rezaba. Nosotros también podemos vivir cosas similares a ella y hemos de ser conscientes de que ante todo, las cruces son una muestra del amor inmenso de Dios, del amor de predilección de Dios hacia nosotros. Él nunca va a dejar que estemos siendo tentados por encima de nuestras fuerzas. Y siempre nos dará el ciento por uno y la vida eterna, cada vez que dejemos todo y le sigamos.

Nos dice el Papa Benedicto XVI, en su mensaje del 14 de mayo de 2010 que: «En efecto, si nosotros no somos sus testigos en nuestros ambientes, ¿quién lo hará por nosotros? El cristiano es, en la Iglesia y con la Iglesia, un misionero de Cristo enviado al mundo. Ésta es la misión apremiante de toda comunidad eclesial: recibir de Dios a Cristo resucitado y ofrecerlo al mundo, para que todas las situaciones de desfallecimiento y muerte se transformen, por el Espíritu, en ocasiones de crecimiento y vida. Para eso debemos escuchar más atentamente la Palabra de Cristo y saborear asiduamente el Pan de su presencia en las celebraciones eucarísticas. Esto nos convertirá en testigos y, aún más, en portadores de Jesús resucitado en el mundo, haciéndolo presente en los diversos ámbitos de la sociedad y a cuantos viven y trabajan en ellos, difundiendo esa vida “abundante” que ha ganado con su cruz y resurrección y que sacia las más legítimas aspiraciones del corazón humano »

Le pedimos a Dios todopoderoso a este Padre celestial, que sepamos escuchar su Palabra para convertirnos en testigos y, aún más, en portadores de Jesús resucitado en el mundo. Jesús confiamos en Ti, que nunca dejes que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. Y que siempre nos darás el ciento por uno y la vida eterna, cada vez que dejemos todo y te sigamos.

Que comenzando desde hoy domingo sea nuestro propósito escuchar, como nos dice el Papa, más atentamente la Palabra de Cristo y saborear el Pan de su presencia en las celebraciones eucarísticas.

«Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan».

Un abrazo fraternal,

Pedro E. Torres Cartagena
Madrugador de María
Cayey, Puerto Rico

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