sábado, 18 de junio de 2011

Resumen Madrugada 18 de junio del 2011.

(Cayey) - Señor, gracias porque estás siempre con nosotros. Gracias porque no nos abandonas, gracias por ser nuestro Padre. Ya sabemos que Tú nos amas mucho y qué harías lo que fuera para que seamos felices y alcancemos el cielo que nos has prometido. Pero ayúdanos a ver de buen grado todos los acontecimientos de nuestra vida, sabiendo que ahí estás Tú.  Dios mío, confiamos en ti. ¿Y cómo no confiar en ti? Padre Nuestro, que nos abandonemos en ti.

En esta madrugada fuimos convocados cuatro madrugadores, Dios ha dicho que cuando dos o más se reúnen en su nombre allí está Él en medio de ellos y así se sintió desde la invocación del espíritu santo hasta el final de nuestro encuentro con la consagración de la Virgen María, nuestra Mater.

Comenzamos con la invocación del espíritu santo con el deseo de que Dios estuviera presente entre nosotros. Contemplando su presencia oramos y ofrecimos nuestras intenciones por personas enfermas, que están pasando momentos difíciles y por  los madrugadores que no estaban presentes para que Dios les protegiera y los bendijera dondequiera que se encontraran.  Luego en una sola voz compartimos las laudes y nos dividimos la liturgia de la palabra. 

Para este sábado en la liturgia de la palabra compartimos en la primera lectura la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios (12, 1-10) “Muy a gusto presumo de mis debilidades”, el Salmo 33, “Gustad y ved qué bueno es el Señor”  y el santo evangelio tomada de la lectura según san Mateo (6, 24-34), “No os agobiéis por el mañana”.

En la primera lectura Pablo presume de sus debilidades, porque así residirá en él la fuerza de Cristo. Y explica que vive contento en medio de sus debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo; porque, cuando es débil, entonces es fuerte. Que quiere decirnos con esto? Su debilidad está a la vista, pero deja paso a la iniciativa de Cristo que viene sustituida con su fuerza y su poder. Pablo no quiere que se busque la prueba de un mandato en los fenómenos carismáticos que acompañan a veces al ministerio apostólico. La debilidad exterior es la única que puede poner de relieve la naturaleza profunda de la misión y encuentra la garantía de todo ello en las acometidas de Satanás y el "aguijón en la carne" que simbolizan probablemente la enemistad de los falsos hermanos. El criterio del ministerio apostólico está muy claro: saber aceptar con alegría y paciencia todo lo que puede asociar su vida a la humillación del Señor a quien le sirve.  Cuando se es débil... entonces se es fuerte. No hay ningún aspecto morboso o masoquista en todo esto. El no se alegra del mal que ha sufrido por el daño que le han hecho. Se alegra de ser «fuerte», de ser más fuerte que el mal, de ser capaz de dominarlo.

En el salmo 33 vemos la invitación abierta a la acción para "liberar", "salvar", "abolir el mal". ¿Cómo podríamos sin hipocresía decir: "óiganlo y alégrense hombres humildes" si al mismo tiempo no nos comprometemos de veras para que de alguna manera esto sea realidad? Serian promesas de felicidad. Quien quiere ser feliz debe "huir del mal", "practicar el bien", "adorar a Dios", "buscar a Dios". ¡Ingenuidad! dirán ciertos espíritus. ¡Y si esto es verdad! ¡Si los únicos felices son aquellos de quienes habla el salmo! Vivamos la experiencia.

En el santo evangelio se nos presenta ante la situación de tantas personas, cercanas o lejanas, que viven en la miseria, estas palabras de Jesús que podrían parecer poco realistas o, incluso, evasivas. En realidad, el Señor quiere dar a entender con claridad que no es posible servir a dos señores: a Dios y a la riqueza. Quien cree en Dios, Padre lleno de amor por sus hijos, pone en primer lugar la búsqueda de su reino, de su voluntad. Y eso es precisamente lo contrario del fatalismo o de un ingenuo ironismo. La fe en la Providencia, de hecho, no exime de la ardua lucha por una vida digna, sino que libera de la preocupación por las cosas y del miedo del mañana. Es evidente que esta enseñanza de Jesús, si bien sigue manteniendo su verdad y validez para todos, se practica de maneras diferentes según las distintas vocaciones: un fraile franciscano podrá seguirla de manera más radical, mientras que un padre de familia deberá tener en cuenta sus deberes hacia su esposa e hijos. En todo caso, sin embargo, el cristiano se distingue por su absoluta confianza en el Padre celestial, como Jesús. Precisamente la relación con Dios Padre da sentido a toda la vida de Cristo, a sus palabras, a sus gestos de salvación, hasta su pasión, muerte y resurrección. Jesús nos demostró lo que significa vivir con los pies bien plantados en la tierra, atentos a las situaciones concretas del prójimo y, al mismo tiempo, teniendo siempre el corazón en el cielo, sumergido en la misericordia de Dios. (Benedicto XVI, Ángelus del 27de febrero de 2011).  Lo decía San Juan de la Cruz y otros grandes santos: “De Dios recibimos tanto cuanto esperamos”. Lo que nos puede pasar a nosotros, cristianos de a pie, y no místicos como San Juan de la Cruz, es que no nos la creemos. No creemos en el abandono en Dios. Pensamos poco en quién es Dios, en su omnipotencia, en que Él es Padre y quiere lo mejor para nosotros. San Francisco de Asís se lo dijo al Papa, cuando quería fundar su pobre congregación: “La congregación será una madre muy pobre, pero Dios es un Padre muy generoso”. Es verdad que el abandono en Dios, no implica un abandono de las cosas de “aquí abajo”. Tampoco nos puede llevar a desentendernos de nuestros deberes y responsabilidades. Pero nuestra actitud es diferente cuando ponemos todo nuestro esfuerzo confiando en que Dios hará el resto. “Dios pone casi todo y tú pones tu casi nada, pero Dios no pone su casi todo si tú no pones tu casi nada”. 

En esta semana procuremos visitar al Santísimo, y si desea confíele sus proyectos, preocupaciones y alegrías. Comencemos un dialogo con el Padre todopoderoso; que no tengamos miedo a abandonarnos en el. Que sepa, Dios, que el abandonarnos en el, implica toda nuestra vida. Que nos tome en serio, y por eso nos cuide, nos proteja, nos de la vida y muchos dones. Ayúdanos, pues, para que al abandonarnos en ti, nosotros también le tomemos en serio. Porque toda nuestra esperanza estriba solo en su gran misericordia.

Mañana se celebra el día de los padres en Puerto Rico y los Estados Unidos, un fuerte abrazo y un beso a mi padre Pedro Luis Torres Bonilla en los Estados Unidos, le quiero con todo el corazón y deseo pase un feliz día de los padres a distancia geográficamente pero muy cerca espiritualmente.  También un abrazo fraternal a los Compadres Madrugadores de María del mundo que pasen un feliz día de los padres, junto a sus seres queridos y reciban muchas bendiciones de Dios Padre todopoderoso y de la Santísima Madre la Virgen María.

Feliz día de los Padres,

Pedro E. Torres Cartagena
Madrugador de María
Cayey, Puerto Rico


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