sábado, 9 de julio de 2011

Resumen Madrugada del 9 de julio del 2011.

(Gurabo) –  Aquí estamos ante ti, Jesús nuestro. Venimos ante ti para estar unos momentos contigo. Te pedimos que renueves nuestro amor, nuestra fe y nuestra confianza en ti. Además queremos pedir una cosa más, que jamás nos aparte de ti. Señor, ayúdanos a sacar el mayor provecho posible de esta meditación.  Jesús, ilumina nuestras almas y mentes para escuchar tu voz, en la meditación, y danos coraje, astucia y humildad para seguirla.

Hoy fuimos convocados catorce compadres madrugadores y este servidor para celebrar el que Dios nunca se deja ganar en generosidad;  como buen Padre, nos consiente y nos da toda clase de bienes. En esta mañana de adoración y alabanza comenzamos agradeciendo su generosidad con la invocación del espíritu santo y recordando a familiares, amigos, conocidos que amargamente se encuentran padeciendo una enfermedad, situaciones delicadas, problemas económicos u otras situaciones  de desventaja social para que Dios padre derrame sobre ellos su misericordia, justicia y amor.

En esta mañana fuimos directo a compartir las lecturas del día que para este sábado fueron en la Primera Lectura  tomada del libro del Génesis  los capítulos 49, 29-32 las bendiciones de Jacob; y 50, 15-26 las exequias de Jacob. En el Salmo Responsorial el Salmo 104 la maravillosa historia de Israel donde repetimos “Busquemos del Señor para revivir nuestras vidas” y en el santo evangelio tomada del santo Evangelio según san Mateo (10, 24-33) hablar francamente y sin temor.

En la primera lectura del Génesis capítulos  49, 29-32 y  50, 15-26 las bendiciones de Jacob cuando ya el mismo Dios ha perdonado y reparado, y con creces, el daño que otros nos hicieron, ¿Quiénes somos nosotros para juzgarlos? Por eso el Señor nos pide que perdonemos a los que nos ofenden, como nosotros hemos sido perdonados por Dios. A los hermanos de José Dios les dio el signo de su perdón conduciéndolos a Egipto para salvarlos de la muerte. A nosotros nos ha dado el signo de su perdón a través del Misterio Pascual de Cristo, mediante el cual nos libera de la muerte del pecado y nos introduce en la Patria eterna. No juzguemos antes de tiempo. Esperemos el cumplimiento de las promesas divinas en cuanto a que hemos sido llamados a participar eternamente de la Gloria de Dios Padre junto con su Hijo; entonces entenderemos los caminos, tal vez difíciles, que finalmente nos condujeron al cumplimiento del Plan de Salvación de Dios sobre nosotros, y no tendremos nada que reclamar a los demás. Por eso no juzguemos a los demás, sino que perdonemos y aprendamos a vivir como hermanos.

En el Salmo 105 (104) nos presenta que los decretos del Señor gobiernan la tierra. Quien lo tiene por su Dios debe saber escuchar su voz, meditarla en el corazón y ponerla en práctica. Entonces honraremos al Señor no sólo con los labios, sino con el corazón que lo ha aceptado como huésped en la propia vida; y, puesto que de la abundancia del corazón habla la boca, y el árbol bueno da frutos buenos, como consecuencia de esa presencia divina en nosotros, manifestaremos una vida recta, de buenas obras, de amor solidario con quienes necesitan de nosotros. Al contemplar los demás nuestras buenas obras podrán elevar himnos y cantos al Señor, y celebrar sus portentos, sus maravillas que contemplarán a través de nuestra vida que, unida al Señor, se ha de entregar día a día en favor de ellos.

En el santo evangelio según san Mateo capitulo 10, 24-33. Por más que muchas veces la muerte y los signos de muerte, como la persecución, los insultos, los falsos testimonios, nos afecten de una u otra forma, jamás debemos pensar que eso tiene la última palabra. Desde el acontecimiento Pascual de Cristo sabemos que la última palabra la tiene la vida.  Por eso nuestros esfuerzos se encaminan siempre en esa línea. Tiene sentido dar vida; hacer que esa vida sea más digna en quienes la han deteriorado a causa del pecado personal; que sea más digna en quienes viven en condiciones infrahumanas.  El mensaje de amor no puede ocultarse timoratamente; debemos proclamarlo desde las azoteas; y no sólo con palabras y bellos discursos, sino con la vida que, por dar vida, se ha de entregar en favor de los demás, dándole así toda su plenitud por nuestra unión con Cristo. Dios nos ama y vela por nuestros intereses; no sólo es el creador que hizo todo con amor; es nuestro Padre que vela por nosotros y nos defiende del mal para que, quienes no lo neguemos en esta vida, lleguemos sanos y salvos a la posesión definitiva, plena, de la vida que, ya desde, ahora nos ofrece. Efectivamente, la Eucaristía es el signo más grande del amor de Dios por nosotros. Él continúa, en la historia, mediante este Memorial Pascual, manifestándonos cuánto nos ama. Él sabe que fue necesario padecer todo esto para entrar así en su Gloria. Participar y entrar en comunión con Cristo mediante la Celebración Eucarística, no puede ser para nosotros un acto intrascendente, sino el máximo compromiso de reconocerlo no sólo en el Templo, sino ante todas las gentes, testificando así nuestra fe por medio de nuestras buenas obras.

No podemos conocer al Señor para que después su vida quede oculta en nosotros. Esa Luz que Él ha encendido en nosotros, debe iluminar a todos los que nos rodean. La vida que se hace testimonio de amor, de trabajo por la justicia y por la paz, de preocupación por solucionar la problemática de la repartición injusta de los bienes que ha fabricado millones de pobres; el amar con lealtad a nuestros semejantes siendo capaces de perdonarlos como nosotros hemos sido perdonados; el no vivir esclavos de lo pasajero sino saber administrar todo para que haya una mayor justicia social; todo este trabajo que podría acarrearnos enemigos, persecución y muerte, es el trabajo de la persona cuya fe que no se encerró en el recinto sagrado, sino que se proyectó en el servicio comprometido para que todos logren, tanto la salvación eterna, como el amor fraterno que nos haga ya desde ahora ser, para nuestros hermanos, testigos del Dios Amor que habita en nosotros. Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de trabajar con sinceridad por su Reino, sabiendo que, por no negar al Señor en los diversos ambientes en que se desenvuelva nuestra vida, al final, viviremos eternamente con Él.

 Jesús nos dijo “¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros”. Dios nunca se deja ganar en generosidad. Como buen Padre, nos consiente y nos da toda clase de bienes, aun aquellos que no nos atrevemos a pedir; pero como buen Maestro, también nos educa y nos enseña a vivir confiados en Él, poniendo al mismo tiempo de nuestra parte para corresponder a su amor.

La confianza, es una virtud elemental en toda relación humana, y cuánta más confianza deberíamos tener en Dios.  Recuerden, cuando eran pequeños, aquella vez que paseaban por la ciudad. Caminaban de la mano de su Padre, alegres. Como todo niño miraban a todas partes, no temían nada estando al lado de su padre. Voltearon a ver a su papá y le dijeron que lo querían, no con palabras sino tan solo con una mirada; se sentían seguros.

Sabían que su papá no dejaría que les ocurriera nada malo, nada que pudiera dañarlos. Pues Dios, que es nuestro Padre celestial, jamás va a permitir nada semejante para nosotros. Tenemos garantía en el Evangelio de que así será, y en el presente no es la excepción: “Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros”.

Ya lo decía Santa Teresita de Lissieux: “Lo que le duele a Dios, lo que hiere su corazón es la falta de confianza en Él”.  “Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré ante mi Padre que está en el cielo”.  ¡Qué más queremos, si Jesús mismo intercede por nosotros ante el Padre! Tan solo hay una pequeña aunque costosa condición: Reconocerle abiertamente ante los hombres. Esta condición es pequeña pero difícil porque muchas veces preferimos “quedar bien” ante nuestros amigos, compañeros de trabajo, ante la sociedad.

Nuestra manera de reconocerle ante los hombres, y así no ser negados por Cristo ante el Padre, es dar testimonio de vida con cosas tan simples como ir a Misa, confesarse y –si llega el caso- – defender la fe. De este modo Cristo estará feliz con nosotros y será nuestra garantía el día final.

Madrugador de Puerto Rico y el mundo que sea nuestro propósito por el día de hoy, en la semana, durante el mes dar testimonio de nuestra fe invitando a un amigo a hacer una visita a la Eucaristía.  Y comencemos un diálogo con Cristo donde podamos decir “Señor, te pido que me des la gracia de jamás negarte delante de los hombres. Te pido fortaleza, fe y amor para dar testimonio con mi vida. Sé que me costará pero contigo a mi lado todo lo puedo y Te amo, Señor”.  Amén.

Antes de despedirme por esta semana queremos dar las más sinceras gracias a los compadres madrugadores de Gurabo que generosamente colectaron una pequeña ayuda económica en beneficio de nuestro compadre Frank Diaz, y sabemos que tanto Frank como Dios Padre están muy agradecidos y orgullosos de sus hermanos madrugadores porque se ve y se siente la corriente de vida en todo su ardor.

Recordamos que la próxima semana estaremos en la Parroquia Santa Teresita de Ponce en el nacimiento de un nuevo grupo de madrugadores en la Perla del sur.  Nos gustaría que los que puedan nos diéramos cita en Ponce el próximo sábado y demos testimonio de la corriente de vida, de las bendiciones y gracias que hemos recibido de Dios Padre y de Nuestra Mater quien nos convoca en estos encuentros.

Un abrazo fraternal,

Pedro E. Torres Cartagena
Madrugador de María
Cayey, Puerto Rico


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