(Gurabo-) Mi buen Jesús, aquí estamos. Queremos responder con generosidad al llamado que Tú nos has hecho. Queremos seguirte al igual que Pedro y los demás discípulos. Queremos ser la luz de la gente que vive en oscuridad. Queremos ser la esperanza de los que han caído en el desaliento. Queremos ser testigos de tu amor en el mundo, que ha olvidado tu amor.
Dios mío, te suplicamos nos regales la gracia de ser tus testigos; la gracia de no tener miedo de anunciar tu palabra en nuestras familias, en nuestros trabajos y con nuestros amigos; la gracia de ser valientes para no dejarnos llevar por la comodidad y las tentaciones.
En esta madrugada fuimos convocados veinte madrugadores por nuestra Señora la Santísima Virgen María, la Mater; compuestos por siete de Guavate, doce de Gurabo y este servidor de Cayey; para orar y alabar a nuestro Señor el Padre Todopoderoso, a nuestro Salvador Jesucristo y muy en especial al Espíritu Santo. Esta siendo nuestra agenda por esta mañana comenzamos con un cantico invocando esta presencia divina del Consolador, del Paráclito para que nos ayude y nos bendiga con sus dones de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor a Dios.
Enfocamos nuestras intenciones en recibir estas bendiciones del Espíritu Santo pidiendo ser la luz de la gente que vive en oscuridad, la esperanza de los que han caído en el desaliento y más importante aun ser testigos de tu amor en este mundo que ha olvidado tu amor.
También celebramos en este sábado la conmemoración de San Bernabé, apóstol que nació en la isla de Chipre y fue uno de los primeros convertidos en Jerusalén. Bernabé predicó el Evangelio en Antioquía y fue compañero del apóstol Pablo, al que acompañó en su primer viaje; intervino en el Concilio de Jerusalén. Regresó a su patria y propagó en ella el Evangelio hasta el día de su muerte.
Compartimos las oraciones de los Laudes y la liturgia de la palabra que para este sábado fueron en la Primera Lectura tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles (11, 21-26; 13, 1-3); el Salmo 97 “El Señor ha revelado a las naciones su justicia” y el santo evangelio tomada del libro de San Mateo 10, 7-13.
En ambas lecturas nos presentan a un par de apóstoles que colaboraron intensamente, en medio de adversidades, roces y enormes satisfacciones en la propagación del evangelio. En la primera lectura Bernabé, animó a San Pablo a incorporarse a la misión en aquella comunidad tan dinámica como era la iglesia de Antioquia. En el evangelio de San Juan, fueron dos pescadores galileos, Pedro y Juan; testigos y colaboradores cercanos del Señor Jesús.
Que aprendemos de estas lecturas es que si nosotros no somos testigos en nuestros ambientes, ¿quién lo hará por nosotros? El cristiano es, en y con la Iglesia, un misionero de Cristo. “Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús”, decía Pedro. Y su Sucesor actual repite a cada uno de nosotros: Hermanos y hermanas míos, hace falta que nos asociemos como testigos de la resurrección de Jesús. En efecto, si nosotros no somos sus testigos en nuestros ambientes, ¿quién lo hará por nosotros? El cristiano es, en la Iglesia y con la Iglesia, un misionero de Cristo enviado al mundo. Ésta es la misión apremiante de toda comunidad eclesial: recibir de Dios a Cristo resucitado y ofrecerlo al mundo, para que todas las situaciones de desfallecimiento y muerte se transformen, por el Espíritu, en ocasiones de crecimiento y vida. Para eso debemos escuchar más atentamente la Palabra de Cristo y saborear asiduamente el Pan de su presencia en las celebraciones eucarísticas. Esto nos convertirá en testigos y, aún más, en portadores de Jesús resucitado en el mundo, haciéndolo presente en los diversos ámbitos de la sociedad y a cuantos viven y trabajan en ellos, difundiendo esa vida “abundante” (cf. Jn 10, 10) que ha ganado con su cruz y resurrección y que sacia las más legítimas aspiraciones del corazón humano. (Homilía viernes 14 de mayo de 2010, Benedicto XVI).
El cristiano es ante todo el seguidor de Cristo. Y como seguidor de Cristo, tiene que ser testimonio vivo de la presencia y del amor de Jesús al mundo. Con sus actos, con sus palabras, con sus deseos e incluso con sus sentimientos tiene que demostrar ser testigo de Dios y llevar el amor de Dios, su palabra, su reino a donde quiera que él vaya y así llevar junto con Jesús la salvación a todo hombre.
En nuestro propósito para esta semana hablaremos con alguien del amor de Dios. Y entablaremos un dialogo con Cristo pidiéndole - Mi buen Jesús, aquí estoy para ser tu testigo, para llevarte a los demás. Quiero seguirte como lo hizo San Pedro y los demás discípulos. Te doy gracias porque me has llamado, y no puedo pensar en mejor manera de pasar mi vida que pidiendo como San Francisco Javier: has de mí un instrumento de tu paz, que donde haya odio, siembre yo amor. Donde haya desaliento, esperanza; donde tristeza, alegría; donde oscuridad, luz
Mañana celebramos la fiesta del Espíritu Santo, fiesta de Pentecostés rogamos a Dios todopoderoso que escuche nuestras peticiones y nos bendiga con los dones del espíritu santo y seamos así luz de la gente que vive en oscuridad, esperanza de los que han caído en el desaliento y testigos de su amor en este mundo.
Un abrazo fraternal
Pedro E. Torres Cartagena
Madrugador de María
Cayey, Puerto Rico
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