viernes, 6 de abril de 2012

Viernes Santo - Celebracion de las siete Palabras

(Foto por Willie Haddock)
(Cayey) Por segundo año consecutivo he tenido la oportunidad de deleitarme con la recreación de la pasión de Cristo al estilo Cayeyano.  Cayey nuevamente se distingue al presentar esta obra fenomenal que por su detalle en escenografías y vestuario transporta al espectador a la época y su desenlace.  Como en otras comunidades en el mundo Cayey celebró hoy la muerte de Cristo en la Cruz, con un desplegué de talento, vestuarios, conmoviendo los sentidos de la multitud  y el verdadero significado de las siete palabras; viviendo a Cristo crucificado, tocando el sentimiento humano que se identifica con la crueldad de sus pecados y pide perdón por ellos y la gracia que corresponde al amor de Cristo con su sacrificio.
Tanto fue el impacto de los personajes a la audiencia y la fluidez con que expresaban sus líneas que parecía que el espíritu santo nos hablaba íntimamente. Ya es muy tarde para que el mundo pueda disfrutar de esta obra pero cabe exhortar a los pueblos vecinos de Puerto Rico para que el próximo año puedan experimentar la gracia de Dios y el entusiasmo del pueblo de Cayey que ofrece un espectáculo de alto calibre que fácilmente se compara con cualquier otra obra inclusive con muchas otras de Broadway.
La vida del cristiano es un "via crucis" si se acepta la invitación de Jesús de llevar la propia cruz detrás de Él cada día.

Podemos ser condenados al desprecio, podemos sentir el silencio que hiere y condena nuestra fidelidad cristiana. En nuestro "via crucis" hay también momentos de caída, de fragilidad y de cansancio, pero también nosotros tenemos una Madre (María) que nos acompaña en nuestro caminar como a Jesús.
El camino de la cruz de Cristo y el nuestro son unas vías de salvación y de apostolado, porque hemos sido invitados a colaborar en la salvación de nuestros hermanos. Todos los cristianos somos responsables del destino eterno de quienes nos rodean. Cristo nos enseña con la cruz a salir de nosotros mismos, y a dar así un sentido apostólico a nuestra vida.

Cuando contemplemos el crucifijo, cuando veamos la figura sufriente de Cristo en la cruz, pidamos la gracia de recordar que los dolores de Cristo crucificado son fruto del pecado. Evitemos, y pidamos la fortaleza a Dios para ello, cada una de las ocasiones de pecado que se nos presenten en nuestras vidas.

Un abrazo fraternal,
Pedro E. Torres Cartagena
Madrugador de Maria
Cayey, Puerto Rico