lunes, 29 de agosto de 2011

Madrugada y Talleres de Formación en Dorado


(Dorado) – El sábado 27 de agosto del 2011 fuimos convocados treinta seis madrugadores para celebrar la madrugada y un taller de crecimiento que nos hablaba del rol del varón en la biblia, según Padre Joseph Kentenich durante su cautiverio en Dachau, en la iglesia y en el mundo.  Lamentablemente este servidor no puedo participar de la madrugada, pero aprendimos de los que si participaron que fue una experiencia única por que las laudes fueron cantadas y al cantarlas transformo el ambiente en un ambiente más espiritual y de unidad entre los participantes. 





Los talleres comenzaron con la participación de Rev. Padre Jorge Sáez, quien nos hablo de una reflexión en el role del varón desde la biblia, el rol de Abraham, el de San Jose y el de San Esteban. 

Las palabras que más me impactaron de esta pequeña reflexión es que el varón que busca la santidad por lo regular no tiene que desconectarse de su parte humana. Desconectarse de los defectos y comportamientos menos virtuosos y enfocarse meramente en lo espiritual para encontrar la santidad puede ser una equivocación. 

Cuando Dios padre envió a Jesús, su único hijo a redimir al mundo, Jesús fue divino y humano, fue carne y tuvo las mismas tentaciones y sufrimientos que tú y yo padecemos.  El varón que busca su santidad en la vida diaria tiene que ser humano porque la parte humana viene ligada a la parte espiritual. Para llegar a ser santos debemos primeros ser humanos. 

Dios es amor y fuimos creados a su imagen, somos seres derribados del amor. El varón siendo un ser de amor debe hacer un balance entre las tres  formas de amor que conoce, el amor filio (amor de padre a hijo y vice-versa), amor pasional (eros) y la caridad (amor ágape - amor de reconocer que existe) amor que reconoce que existe el prójimo.  El secreto de llegar a la santidad es encontrar este balance entre estas tres formas de amor.  Jesús fue humano pero fue santo, sin la necesidad del amor pasional y se enfoco en el amor filio y ágape;  en amar a Dios sobre toda las cosas y en el amor (caridad) a su prójimo y a sus necesidades.




El segundo taller lo ofreció Jose Nabal Bracero madrugador del Santuario Ador y Paz de Schoenstatt en Hato Rey, quien nos hablo del role del varón según las vivencias de Padre Joseph Kentenich durante su cautiverio en Dachau, un campo de concentración en Alemania.   

Con una breve descripción de historia de Padre Kentenich desde su niñez hasta encontrarse en el campo de concentración aprendimos que el vínculo del varón y Dios tiene un orden que no debe ser alterado, cualquier alteración a este orden convierte al ser humano en un animal que solo reacciona a impulsos. 

Decía Bracero que el orden comienza en lo más alto con Dios, seguido por la inteligencia, luego los sentimientos y finalmente lo terrestre. 

Al nivel de Dios recibimos las gracias del Espíritu Santo, quien Dios nos ha dejado para guiarnos y consolarnos.  Al nivel de la inteligencia todas aquellas virtudes y actitudes que nos llevan a acércanos más a Dios.  Al nivel sentimental todas aquellas acciones y emociones que nos ayudan a conocernos y reconocer que somos seres de amor y de luz; el uno con el otro y el prójimo y, finalmente al nivel terrenal todas aquellas cosas que tenemos a nuestro alrededor para ayudarnos y que podemos usar solo lo necesario para hacer que todo lo demás trabaje en gran armonía.  El varón tiene una gran responsabilidad ante el creador, la familia y la comunidad de mantener este balance y orden para hacer cumplir la voluntad de Dios, acercarse a la santidad y vivir en plenitud su vida.




El tercer taller lo ofreció Rev. Padre Angel Pagan, párroco en Dorado, con el tema del varón en la Iglesia.  Nos narraba el Padre Pagan como el mundo conspira contra la imagen del padre, del varón y Dios; como las leyes del hombre han deformado esta imagen del varón a tal extremo que hoy día se ve al varón como un ser violento, incapaz de ser un miembro funcional dentro del núcleo familiar. 
El mundo no tiene cupo para Dios como imagen de autoridad. Nos recordó leer con detenimiento el segundo capítulo del Génesis versículo siete; donde explica que “7 Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” Y mas adelante los versículos del veinte al veinticuatro donde explica “20 Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. 21 Entonces Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. 22 Y de la costilla que Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. 23 Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. 24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. ”

Nos explicaba Padre Pagan que fue el varón quien recibió la responsabilidad de ser cabeza del hogar de parte de Dios, y que poco a poco a verse alejado de Dios ha sido la mujer que ha tenido que tomar la ardua tarea del varón y su la suya propia.  Y no ha sido porque la mujer haya querido levantarse contra el varón sino que cuando el varón tenía que actuar, tomando riendas de los asuntos y decisiones que le competían no respondió responsablemente ni con autoridad y ni con firmeza.

El varón moderno esta desvinculado de Dios, y Dios tiene un plan de salvación con el hombre pero este debe retomar su lugar, su responsabilidad en la familia, en el hogar y en la comunidad donde se desenvuelve.
En estos tiempos modernos vemos como las mujeres son cada día más independientes que hace una década o medio siglo atrás y es debido a que el varón se ha recostado en el desasosiego de sus responsabilidades dentro de la familia, de la comunidad y mayor aun ante Dios.

El plan de una vida plena no es viable si Dios no es parte de la misma, si el varón no retoma su lugar y sus responsabilidades, y no ayuda a restablecer el orden ya establecido por la creación.




El último taller lo ofreció Jose del Rio Reyes, laico y madrugador de Dorado con el tema del varón en el mundo.  Jose comenzó compartiendo un testimonio donde explicaba como el varón busca la más insignificante excusa para desvincularse de la voluntad y los asuntos de Dios.  Jose enfatizo que el varón católico debe restablecer sus vínculos con Dios y ser ejemplos para otros, como para su familia y su hogar. 
Las buenas obras, los buenos modales, las virtudes que nos caracterizan como hijos de Dios y compartimos con los más allegados dan frutos y cuando mas desenfocados nos encontramos en los asuntos de Dios; Dios nos bendice atreves de los nuestros para dejarnos saber que está con nosotros.
                                                                                 

Esperamos este articulo sea de su agrado fueron unos talleres muy educativos y de profundo contenido.  Nos gustaría que se siguiera fomentando este tipo de talleres porque vimos como el madrugador reaccionaba con preguntas muy legítimas y entiendo fue una gran oportunidad para aclarar muchas interrogantes que hay veces los varones no sabemos el porqué o como identificar ciertas situaciones .  

Un Saludo Fraternal,

Pedro E. Torres
Madrugador de María
Cayey, Puerto Rico

domingo, 21 de agosto de 2011

Resumen Madrugada en Santa Teresita 20 de agosto del 2011


La recién fundada comunidad de los Madrugadores de la Parroquia Santa Teresita de Ponce tuvimos hoy nuestro segundo encuentro.

Congregados por nuestra Madre y Reina Tres Veces Admirable de Schoenstatt nos reunimos 12 varones para alabar, bendecir y adorar al Dios Uno y Trino en un ambiente de cenáculo. Esta vez recibimos la bendición de contar con la presencia de nuestro querido Padre Mario Maestrangelo.

Comenzamos con el rezo de los laudes seguido por las lecturas de la Palabra del día de hoy.  Tuvimos unos minutos de silencio y reflexión seguidos de una corta pero profunda charla a cargo del Padre Mario, quien en forma sencilla pero profunda presentó lo que para él debe ser la misión de los madrugadores.  Dos palabras fueron el centro de su mensaje: célula y contemplación.  Todo varón madrugador tiene que ser esa célula que da vida a la iglesia, a la familia y a la sociedad.

Así como nuestro cuerpo depende de células saludables para un cuerpo sano, así también tenemos que ser los madrugadores, discípulos y misioneros al servicio de una iglesia renovada y con un espíritu vivo.

Pero para lograrlo tenemos que vivir en contemplación, es decir en la presencia de Dios 24/7; esto es todo el tiempo. Vivir en la presencia de Dios significa hacer su voluntad y vivir la santidad de la vida diaria como nos lo enseñó el Padre José Kentenich, fundador y padre de nuestro movimiento de Schoenstatt.

Nuestra espiritualidad es marcadamente mariana pues la Santísima Virgen mejor que nadie conoce lo que quiere su Hijo de nosotros.  Ella nos educa para ser hombres contemplativos, sea cual sea nuestra ocupación. Allí donde estemos tenemos que ser células vivas de la iglesia para santificar el mundo.  Nos corresponde dejarnos educar y guiar por la Mater para esa gran tarea que el Señor nos ha
encomendado: ser hombres nuevos en una nueva comunidad.

Terminamos nuestra madrugada rezando el tercer misterio de gloria pidiendo a la Mater que nos dejara experimentar un ambiente de Cenáculo.  Hicimos nuestra consagración a ella y con la bendición del Padre Mario terminamos nuestra hora de oración para luego compartir fraternalmente un rico desayuno preparado por Migdalia, la esposa de nuestro hermano y coordinador William Rosaly y por mi esposa Illy.

Agradecemos a la Mater que nos haya regalado este nuevo grupo que estoy seguro será trascendental en el crecimiento de nuestra corriente de vida en Puerto Rico.

Monchito

Resumen madrugada 20 de agosto del 2011.

(Cayey) – En esta madrugada nos reunimos seis madrugadores, cuatro de Guavate y dos de Cayey para celebrar el mensaje que Dios nos quiere hacer saber “La hipocresía intolerable”, hacer reflexión y meditación sobre la verdad y la hipocresía.

Al leer el Evangelio de San Mateo capitulo veintitrés versículos del uno al doce nos encontramos con un Jesús todo bondad, que acoge a todos los pecadores, y que, sin embargo no tolera a unos hombres con los cuales está en lucha frontal.

Estos son los fariseos y los escribas, a los que llama ¡Hipócrita! La hipocresía es la mentira utilizada para aparecer ante los demás bueno y noble escondiendo toda la maldad que se lleva dentro.

Para empezar de la manera más amable y positiva, se me ocurre contarles la próxima historia, que leí no hace mucho, sobre un papá que quiso formar a su niño en la sinceridad que nos pide Jesús.
El pequeño fue sorprendido mintiendo, y el papá le sometió a una lección que no olvidaría nunca jamás otra mentira.

Tomó este papá al hijo mentiroso, lo llevó delante del Crucifijo, y le dictó despacio esta oración que el niño iba repitiendo: Jesús, yo te he ofendido. Mis labios se han ensuciado con una mentira. Ven, y límpiamelos.

Las lágrimas le empezaron a correr al niño por las mejillas. Pero el papá, sin inmutarse, tomó un trozo de algodón que aplicó a los labios de la imagen de Jesús, lo empapó después con alcohol, se lo pasó bien por los labios a su hijo, y le hizo seguir con la oración:
Señor, purifícame y perdóname. Haz mi corazón sincero, y que nunca salga de mí otra mentira. Todos estaremos conformes en dar a este padre una cátedra de sicología, ¿cierto?.

Jesús se encontró en su predicación de buenas a primeras con una oposición terrible de parte de los que dominaban al pueblo: los escribas y los fariseos.

Los fariseos, de gran influencia en el pueblo, formaban un partido religioso-político que oprimía a la gente humilde con capa de santidad y de fidelidad a la ley de Dios, mientras que ellos se las sabían arreglar de mil maneras para librarse de lo que les exigía esa misma ley dada por Moisés.

Los escribas eran los intérpretes de la ley y brazo derecho de los fariseos. Unos y otros vivían en la mentira, procedían con doblez, y exigían con rigor insoportable la observancia de una ley que ellos no querían guardar.

La mejor definición de los escribas y fariseos la dio el mismo Jesús cuando los llamó sepulcros blanqueados, muy bonitos por fuera pero por dentro llenos de podredumbre. Pronto vino el enfrentamiento de los escribas y fariseos con Jesús. Era imposible entenderse la mentira con la verdad, el rigor con la mansedumbre, la justicia despiadada con el perdón misericordioso. Y Jesús, al denunciarlos ante el pueblo, usó siempre la expresión ¡Hipócritas!

Jesús no soportaba la hipocresía porque ésta es la falsificación de la vida, la perversión del pensamiento, la profanación de la palabra. Al mentir, el hipócrita quiere pensar como habla, y vivir después como piensa, es decir, siempre en contradicción con la verdad.

El mentiroso e hipócrita se encuentra muy pronto con el rechazo total, como le pasaba en los tiempos de Jesús al personaje más importante del mundo, a Tiberio, el emperador de Roma. Era el dueño de todo el mundo conocido, pero al mismo tiempo era tan mentiroso, que, como dice un escritor romano de sus días, ya nos se le creía aunque dijera la verdad.

Aquella antipatía de Jesús con los fariseos, es la misma que sentimos también nosotros con cualquier persona que procede con dolo. Aguantamos toda clase de defectos en los demás, porque todos nos sentimos débiles y sabemos ser generosos con el que cae.

Pero usamos una medida diversa con el que nos miente. No lo soportamos, y le aplicamos la sentencia de la Biblia: La esperanza del impío hipócrita se desvanecerá.

El hipócrita y mentiroso no puede esperar nada de nadie, porque se le rechazará del todo.
Todo lo contrario le ocurre a la persona sincera. Quien dice la verdad siempre, aunque le haya de costar un disgusto, se gana el aprecio de todos y todos confían en ella. Es el premio del sentir, vivir y decir la verdad.

Jesucristo nos lo dijo con una sentencia bella y profunda, cargada de mucha sicología: La verdad os hará libres.
Quien nunca dice una mentira y confiesa siempre la verdad, y vive conforme a sus convicciones, es la persona más libre que existe. No oculta nada. Es transparente como el cristal. Y de ella dice Jesús como de Natanael: Un israelita en quien no hay engaño. Un cristiano o una cristiana sin doblez.

Sentimos todo lo contrario por aquel que dice y vive siempre la verdad. Ante él nos inclinamos reverentes. Porque es todo un hombre o toda una mujer. Nos fiamos de su palabra. Le tenemos por el ser más valiente y digno de respeto.

La verdad, como dice Jesús, le hace libre, y nos demuestra tener un corazón y unos labios tan limpios como el niño que aún no ha dicho la primera mentira.

Por otra parte en el Evangelio de hoy, Jesús ataca una vez más a los escribas y fariseos. Invita a los suyos a hacer y cumplir lo que enseñan, pero no imitarlos en su conducta. 


Son críticas duras que les hace a los dirigentes espirituales de su pueblo. En concreto les echa en cara lo siguiente:
- no cumplen lo que enseñan 

- imponen cargas pesadas a la gente, pero ellos ni las tocan 

- quieren aparentar ante los demás - buscan los primeros puestos y los saludos en las plazas


Este discurso de Jesús se proyecta para todos los tiempos. Ahora, uno podría pensar de que estas actitudes fueron propias de esta gente y que con su muerte se acabaron. Lastimosamente no es así. Este discurso de Jesús se dirige, por eso, también los cristianos de todos los tiempos. 


Se dirige a las autoridades de la Iglesia y se dirige igualmente a cada uno de nosotros.Porque los fariseos no son una categoría de personas. Se trata, más bien, de una categoría del espíritu de una postura interior. Es un bacilo siempre dispuesto a infectar nuestra vida religiosa.


Todos somos fariseos:
- Cuando reducimos la religión a una cuestión de prácticas espirituales, a un legalismo estéril;
- Cuando pretendemos llegar a Dios dejando de lado al prójimo; 
- Cuando nos preocupamos más de “parecer” que de “ser”;
- Cuando nos consideramos mejores que los demás.


Se debate el Amor o hipocresía. Toda esta plaga tiene un único y solo nombre: hipocresía. Por eso, con toda justicia, fariseísmo se ha convertido para nosotros en sinónimo de hipocresía. Y al leer estos ataques tan violentos, uno comprende que la hipocresía sea el único pecado ante el cual el Señor se haya horrorizado de verdad. 


Los hipócritas tienen una “doble cara”, una vuelta hacia Dios y la otra hacia los demás. Y, sin duda, la cara que mira a Dios es horrible, espantosa.Para Cristo, la ley no era un ídolo, sino que era un medio. Tenía la tarea de empujar al hombre hacia adelante, de ayudarle para crecer. La ley tenía que desembocar en el amor. 


El corazón del hombre no está hecho para la ley. Está hecho para el amor. Y una religión que no se traduzca en amor merece un solo nombre: hipocresía.El desafío que hoy nos presenta Jesús es, entonces: amor o hipocresía. 


En el Evangelio de hoy lo expresa así: “Que el más grande de Uds. se haga servidor de los demás”. Porque amar significa servir. Quien ama realmente, sirve a los demás, se entrega a los hermanos.


Cual es entonces la actitud de Cristo. Toda su vida en esta tierra no fue sino un servicio permanente a los demás. Y al final entrega hasta su vida por nosotros, para liberarnos y salvarnos.


Cual es también la actitud de María.  En la hora de la Anunciación se proclama la esclava del Señor. Nosotros muchas veces creemos que estamos sirviendo a Dios porque le rezamos una oración o cumplimos una promesa. Miremos a María: Ella le entrega toda su vida, para cumplir la tarea que Dios le encomienda por medio del ángel. Cambia en el acto todos sus planes y proyectos, se olvida completamente de sus propios intereses.


Lo mismo le pasa con Isabel. Sabe que su prima va a tener un hijo y parte en seguida, a pesar del largo camino de unos cien kilómetros. No busca pretextos por estar encinta y no poder arriesgar un viaje tan largo. Y se queda tres meses con ella, sirviéndola hasta el nacimiento de Juan Bautista.


Hace todo esto, porque sabe que en el Reino de Dios los primeros son los que saben convertirse en servidores de todos. Cuando el ángel le anuncia que Ella será Madre de Dios, entonces María comprende que esta vocación le exige convertirse en la primera servidora de Dios y de los hombres.


Queridos hermanos, pidámosle por eso, en esta Eucaristía, a Jesús y a María que nos regalen ese espíritu de servicio desinteresado y generoso, que ellos han vivido tan ejemplarmente. Sólo con ese espíritu podremos enfrentar los desafíos del mundo de hoy. Sólo con ese espíritu podremos ser instrumentos aptos para construir un mundo nuevo.


Mensajes de Pedro García, misionero claretiano contributario de Catholic.net, Padre Nicolás Schwizer, Instituto de los Padres de Schoenstatt, net adaptado por Pedro E. Torres  Cartagena Madrugador de María Cayey, Puerto Rico.




Un abrazo fraternal

Pedro E. Torres Cartagena
Madrugador de María
Cayey, Puerto Rico 


sábado, 13 de agosto de 2011

Resumen madrugada 13 de agosto del 2011


En esta madrugada fuimos convocados dieciséis compadres para celebrar que somos felices cuando depositamos en Dios toda nuestra confianza;  como niños.


Jesús dice - “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los que son como ellos es el reino de los cielos”. Mateo 19:14

Estas palabras de Jesús suenan como un ligero reclamo. Para un adulto las “cosas de niños” representan un segundo plano, como si no fueran tan importantes. Cuando avanzamos en años, y con la experiencia de la vida, comenzamos a ver las “cosas de niños” como comportamientos superados.

Por nuestras ansias de dejar atrás todo infantilismo nos olvidamos de todo lo bueno que tiene la niñez: como la pureza, la simplicidad, la sinceridad de sentimientos, que son justamente las virtudes que Jesús más valora.
Si somos complicados, ambiguos o poco coherentes, ¿no será porque no sabemos conservar ni hemos valorado el tesoro de nuestra infancia?

Jesús, ve en los niños el reflejo del Reino de los Cielos, porque su conocimiento es todavía puro. Es un tabernáculo interior donde el mal y el pecado no pueden penetrar. La felicidad de los niños, su desenvoltura y su espontaneidad no son sólo manifestación de inconsciencia, ingenuidad o infantilismo, como diríamos nosotros.

Vivimos amargados, con demasiadas angustiadas por los problemas de la vida moderna; entre problemas económicos, por la escasez de los trabajos o problemas familiares, que creemos tener el deber de resolver todo solos, olvidándonos que Dios está presente siempre y nos ayuda.

Sin embargo, esta actitud toma otra dimensión cuando miramos y buscamos a Dios, como lo haría un niño que requiere de ayuda; este deposita su confianza en su ser más cercano.

Somos más felices cuando ponemos en Dios Padre toda nuestra confianza y nuestra seguridad. Si fuéramos más fieles a nuestra fe, y dejásemos a Él el timón de nuestra vida, encontraríamos de nuevo la serenidad y el tesoro escondido de nuestra infancia.

Recordemos que el Señor nos quiere enseñar a través de esta comparación el amor incondicional, la esperanza, la fe, la confianza, la falta de preocupación, la obediencia, pero sobre todo nos enseña la confianza total en lo que debemos creer, porque en los niños no hay ansiedad, no hay sufrimiento  anticipados, no hay murmuraciones innecesarias. 

Un niño sabe lo que pide, cree ciegamente en la protección, sabe descansar creyendo sin temor y confiando sin temer.

Regresemos al Padre con corazón de niño.

Un abrazo fraternal,


Pedro E. Torres Cartagena
Madrugador de María
Cayey, Puerto Rico

domingo, 7 de agosto de 2011

Resumen Madrugada del 6 de agosto del 2011

Fiesta  de la Transfiguración del Señor en el Monte Tabor

En esta madrugada nos reunimos trece madrugadores, once de Guavate y dos de Cayey para celebrar la fiesta de la transfiguración de Jesús en el monte tabor.  Según podemos encontrar en Mateo 17, 1-9.  Jesús se aparta con tres de sus apóstoles para orar, y lo hace en un monte alto, el Tabor. ¿Qué sentido tiene este detalle para Él? Sin duda alguna Jesucristo escogió un lugar adecuado para ofrecer una señal de su divinidad.

Jesús, para sus apóstoles, es el maestro y el guía de sus vidas, pero es fácil comprender que con el transcurrir del tiempo y las largas horas en su compañía perdieran de vista que Jesús era también el Mesías.

En el capítulo 16 de este mismo evangelio podemos leer cómo Pedro realiza su confesión de fe, y manifiesta por primera vez que Cristo es el Mesías, el enviado por Dios para redimir al mundo. Probablemente los milagros y curaciones no lograban mantener esta llama de fuego interior, que es la fe, en el corazón de los apóstoles, y Jesús quiso transfigurarse delante de ellos, para  mostrarse en toda su divinidad.

La Transfiguración es un cambio de vida.  Los padecimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos revelará.

El hecho de la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor tiene en los Evangelios una importancia muy grande. Como la tiene después para la vida de la Iglesia, que le consagra hoy una fiesta especial, la cual reafirma nuestra esperanza en el Señor Resucitado, pues sabemos que, cuando se nos manifieste, transformará nuestros cuerpos mortales, eliminando de ellos todas las miserias, y configurándolos con su cuerpo glorioso e inmortal.

Lo que pasó en el Tabor lo conocemos de memoria.  Jesús, al atardecer de aquel día, deja a los apóstoles en la explanada galilea y, tomando a los tres discípulos más íntimos --Pedro, Santiago y Juan--, sube a la cima de la hermosa montaña. Pasa el Señor la noche en oración altísima, dialogando efusivamente con Dios su Padre, mientras que los tres discípulos se la pasan felices rendidos al profundo sueño.

Al amanecer y espabilar sus ojos los discípulos, quedan pasmados ante el Maestro, que aparece mucho más resplandeciente que el sol. Se le han presentado Moisés y Elías, que le hablan de su próxima pasión y muerte. Se oyen los disparates simpáticos de Pedro, que quiere construir tres tiendas de campaña y quedarse allí para siempre.  El Padre deja oír su voz, que resuena por la montaña y se esparce por todos los cielos: -¡Éste es mi Hijo queridísimo! Y la palabra tranquilizante de Jesús, cuando ha desaparecido todo: -¡Animo! ¡No tengáis miedo! Y no digáis nada de esto hasta que yo haya resucitado de entre los muertos.

Pedro recordará muchos años después en su segunda carta a las Iglesias:
- Si os hemos dado a conocer la venida poderosa de nuestro Señor Jesucristo, no ha sido siguiendo cuentos fantasiosos, sino porque fuimos testigos de vista de su majestad. Cuando recibió de Dios Padre honor y gloria, y de aquella magnifica gloria salió la poderosa voz: ¡Éste es mi Hijo amadísimo en quien tengo todas mis delicias! Y fuimos nosotros quienes oímos esta voz cuando estábamos con él en la montaña santa.

Este hecho del Tabor tuvo muchas repercusiones en la vida de Jesús y de los apóstoles.  Sí, en la de Jesús ante todo. Porque Jesús no era insensible al dolor que se le echaba encima con la pasión y la cruz. La vista de la gloria que le reservaba el Padre por su obediencia filial fue para Jesús un estímulo muy grande al tener que enfrentarse con la tragedia del Calvario.

Para los apóstoles, ya lo sabemos también. Acabamos de escuchar a Pedro. Y sabemos cómo la visión del Resucitado ante las puertas de Damasco fue para Pablo una experiencia extraordinaria, que supo transmitir después en sus cartas a las Iglesias: -¡Nuestro cuerpo, ahora sujeto a tantas miserias, será transformado conforme al cuerpo glorioso del Señor!

Así lo es también para nosotros. Porque la vida no se nos ofrece siempre risueña, sino que muchas veces nos presenta unas uñas bien aceradas.  En esos momentos de angustia, recordamos con la visión del Tabor la palabra del apóstol San Pablo: - Comprendo que los padecimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos revelará.

Cuando todo nos va bien en la vida, solemos decir con Pedro --del que dice el Evangelio que no sabía lo que se decía--: ¡Qué bien se está aquí! Pero es cuestión de dejar el Tabor para después. Ahora hay que subir a Jerusalén con Jesús.  Hay que cargar con la cruz de cada día, porque en el Calvario nos hemos de encontrar con el Señor, para encontrarnos seguidamente con Él en el sepulcro vacío...

La Transfiguración fue un paréntesis muy breve, aunque muy intenso, en la vida de Jesús. Detrás quedaban casi tres años de apostolado muy activo, en los que había predicado y hecho muchos milagros. Ahora había que enfrentarse con Getsemaní, la prisión, los tribunales, los azotes y el Gólgota. Pero la experiencia del Tabor le anima a seguir adelante sin decaer un momento.

Para nosotros, es cuestión de mirar a nuestro Jefe y Capitán, Cristo Jesús.  Hay que tener fe en Dios, cuando nos brinda la misma gloria que a Jesucristo.  Porque si Dios nos ofrece el mismo cáliz que a su Hijo, la misma suerte en sus sufrimientos, es porque nos tiene destinados también a la misma gloria y felicidad que las de Jesucristo.

Jesús se manifiesta en el Tabor, más que en ninguna otra ocasión, como el esplendor de la gloria del Padre. Nadie ha visto la gloria interna de Dios. Pero mirando a Jesús envuelto en una luz que opaca y anula del todo la luz del sol, nosotros llegamos a barruntar lo que es ese Dios que un día veremos cara a cara y que nos envolverá con sus esplendores. Esplendores que son ya ahora una realidad que llevamos dentro, aunque no los vemos. La Gracia del Bautismo nos ha transformado en esa luz que nos hace gratos, ¡y tan gratos!, a los ojos divinos.

¡Señor Jesucristo! ¡Qué grande, qué amoroso, y qué humilde, te muestras en el Tabor! ¿Cuándo, pero cuándo nos será dado gozar de aquel espectáculo que enloqueció a los discípulos? Ya vemos que nos preparas cosa buena de verdad. El caso es que sepamos merecerla.

También nosotros podemos ser como los apóstoles. Los hechos extraordinarios o milagrosos no son suficientes para mantener viva nuestra fe. En ocasiones pueden ayudarnos, pero la realidad es que a Cristo, a Dios, se le conoce en el diálogo, en la oración. Pidamos a Dios que realice en nosotros una “transfiguración interior” que nos permita contemplar su divinidad con el fin de conocerle y amarle cada día con más intensidad.

Un  abrazo fraternal,

Pedro E. Torres
Madrugador de María
Cayey, Puerto Rico